Papá prometió que cumpliría su promesa; no obstante, el fantasma del abandono siempre estuvo presente desde que mamá se fue y en aquella ocasión me llevó a pasarme la noche dibujando trenes para no dormirme (y que el viejo se fuera sin mi).
Pero esta no es una historia de abandonos, es una historia de encuentros. Soy Juan Domingo Roseti (el pequeño sonriente de la esquina inferior izquierda de la foto), hijo de Carlos Vittorio Roseti, dueño de los talleres Ferrolín. Tenía 9 años y un asado -Un Asado- en la empresa de papá, con todo lo que ello implicaba, era de las cosas más maravillosas que podían llegar a ocurrir un sábado al mediodía...
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